Más de dos millones de españoles mayores de 65 años viven solos, una soledad que a menudo no es voluntaria y que puede llevar al aislamiento social y la tristeza, además de contribuir a la aparición de enfermedades como el Alzheimer. Además, se estima que el número de hogares unipersonales seguirá creciendo en los próximos años debido al envejecimiento de la población, la disminución del tamaño de los hogares y otros factores socioeconómicos.
Como ves, la soledad en personas mayores es uno de los grandes desafíos de nuestra sociedad. Por eso la labor de nuestros protagonistas de hoy es tan valiosa como necesaria. Y es que en esta ocasión hemos querido conocer la labor de la Fundación Amigos de los Mayores, una asociación de voluntarios que lleva más de tres décadas ayudando y acompañando a mayores.
¿Qué es Fundación Amigos de los Mayores?
Albert Quiles, director de la Amigos de los Mayores, lo resume en un titular: «La amistad, el mejor antídoto contra la soledad no deseada». Según explica, el objetivo de la fundación es acompañar a personas mayores que sufren la soledad en primera persona:
«Lo que hacemos desde la fundación es crear una red de personas que empieza con la persona voluntaria, pero va más allá, incluyendo a otras personas voluntarias y mayores. Es una red significativa para que la persona mayor vuelva a tener un sostén. Un sostén que le permita expresarse y sentirse parte de la sociedad en la que vive».
En la actualidad, los voluntarios ofrecen acompañamiento a casi tres mil mayores en toda España. Además del acompañamiento, la fundación organiza diferentes actividades de socialización y campañas de sensibilización. Todo para ayudar a las personas mayores a combatir la soledad y fomentar una sociedad más inclusiva.
Ayudando a personas mayores
Basi sabe lo que significa sentirse sola: «No se puede uno dar cuenta de qué es la soledad hasta que no llega. Cuando uno llega es muy triste verse solo, aunque tengas hijos, pero los hijos cada uno está en su casa».
Por suerte, su vida cambió al conocer a Francina, una de las voluntarias de la fundación. « A mí me ha ayudado mucho pensar: “El viernes viene Francina”, no te encuentras tan sola», cuenta Basi. «Ese día que viene Francina y que venían aquellos jóvenes, pues lo pasaba muy bien». «Amigos de los Mayores nos ha unido, y para mí es una gran amiga», asegura Francina.
Albert destaca cómo la compañía de un voluntario anima a las personas mayores a salir de casa y relacionarse con la gente. Por su parte, Montserrat Celdran, Gerontóloga e Investigadora, señala los beneficios del acompañamiento a personas mayores:
«El hecho de tener un voluntario, de poder hacer un café o ir al teatro, hace que esa persona recupere energía y alegría. Lo ves en cómo se visten, en cómo preparan la casa y en los pequeños detalles de esperar ese acompañamiento. Es muy palpable el beneficio que tiene: no hay depresión, hay alegría. Ese vínculo emocional que se crea con el voluntariado tiene una cascada de beneficios a nivel psicológico, a nivel mental, cognitivo, de poder hablar, de estar estimulado a nivel intelectual, de estar al día de las cosas que ocurren en mi entorno, de conocer otras personas, otras culturas. A nivel físico, sentirme bien, salir, alimentarme mejor».
Relaciones intergeneracionales
Promover las relaciones intergeneracionales es uno de los grandes objetivos de la fundación Amigos de los Mayores. Estas relaciones, basadas en el intercambio de experiencias, conocimientos y valores entre personas de distintas generaciones, son especialmente valiosas. No solo combaten la soledad de las personas mayores, sino que también les devuelven un papel activo en la sociedad.
Beneficios de las relaciones intergeneracionales
Ayudar a los demás no es el único aliciente que encuentran los voluntarios de la fundación. Como explica Albert, los voluntarios siempre destacan que «obtienen mucho más de lo que dan, que todo lo que es el bagaje y el valor de la experiencia es impagable». Así lo corrobora Francina: «Unir a una persona mayor con una persona joven es un mix buenísimo. A mí lo que aporta es saber un poco dónde estamos, ¿no? Me hace ver ese cambio generacional, de dónde vienen ellos y dónde estamos nosotros, mi generación».
Monserrat lo tiene claro: «Yo creo que hay que provocar el encuentro. Cada vez en esta sociedad vivimos más aislados, y provocar el encuentro de que generaciones más jóvenes, generaciones más mayores, se encuentren, hagan actividades, que vean también que el otro no es tan distinto, que tiene las mismas necesidades que tú de hablar, de charlar. Yo creo que [a los voluntarios] les cambia esa mirada de cómo ven al envejecimiento y cómo ven también su propio envejecimiento».
Sin duda, es mucho lo que podemos aprender de nuestros mayores. Escucharlos, integrarse y entender que la vejez es una etapa de crecimiento son tareas pendientes en nuestra sociedad. Gracias a iniciativas como la de Amigos de los Mayores estaremos más cerca de lograrlo.